viernes, 9 de marzo de 2012

DIVERSIDAD VS. UNIFORMIDAD

Vivimos en la era de las concentraciones y de la uniformidad. Concentración del poder económico, mediante fusiones de cajas y bancos; a las fusiones ya realizadas en años anteriores, se suman toda una miríada de integraciones de unos bancos en otros que reducirán el mercado bancario a unas pocas macroentidades financieras en España (ver enlace). 

Concentración del poder mediático, en la que una decena de grandes empresas copan la gran mayoría de la prensa nacional (Prisa, Vocento, Zeta, por citar a las más importantes) (ver enlace). El negocio audiovisual, con el control informativo que ello supone, sobre todo en las cadenas generalistas privadas (excluyendo los canales temáticos de ocio) está controlado por unas pocas empresas (Mediapro, Planeta, Mediaset,...) como lo demuestra la compra de Cuatro por parte de Tele 5 o la fusión de Antena 3 y La Sexta (ver enlace). 

También es patente que, desde el punto de vista político, hay un intento de uniformizar el panorama, tanto desde la derecha como desde la izquierda. En la derecha está claro que hay un bloque monolítico (por lo menos en apariencia), con un partido que integra desde los sectores más liberales siguiendo la tradición europea hasta las facciones más retrógadas y reaccionarias, herederas del franquismo. Sector éste que vive sus horas dulces, haciendo valer sus tesis e impregnando a otros poderes, como el judicial, tal y como puede verse en la reciente inhabilitación del juez Garzón o en la negativa a investigar los crímenes del régimen franquista, o en lo económico, con la recién aprobada reforma laboral que nos retrotrae a la década de los '70 en cuanto a derechos de los trabajadores se refiere. Pero desde la izquierda también se apela a esa uniformidad, bien desde la petición al voto útil por parte del PSOE y su negativa a modificar la ley electoral cuando tuvo ocasión, bien desde IU, que pretende ser la única fuerza que se oponga al neoliberalismo, como si solamente hubiera un modo de hacer las cosas, que son las que propugna el PCE, partido que domina a la coalición, llegando a la descalificación de otras opciones políticas que pudieran hacerle sombra, a menudo sin argumentos de peso.

Sin embargo, la sociedad es mucho más plural, variada y diversa que como nos la quieren pintar los partidos tradicionales. Al igual que un ecosistema con un gran índice de biodiversidad es de una mayor riqueza y es más resistente a los cambios en las condiciones ambientales, un sistema político que permita la representación de todas las sensibilidades sería más ventajoso para la sociedad en su conjunto, pues permite la discusión, la búsqueda de consensos y la negociación, frente al "monocultivo" de las mayorías absolutas que no describen a la sociedad, sino que son una falsificación, una deformación de la realidad, como vista a través de una lente aberrante que es el sistema electoral actual, tal y como denuncia el último informe de la OSCE (Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa) que analiza las elecciones del 20 N.


Para conseguir que la representatividad de la sociedad española en el parlamento sea más fiel a la realidad, es necesario que cambien las reglas del juego, y que éstas sean iguales para todos. Para empezar, cambios en la ley electoral, que sea más proporcional y justa, no sobrevalorando votos en unas zonas mientras se infravaloran en otras; también cambios en las normas que limitan la presencia de algunos partidos políticos, sobre todo cuando son de reciente creación, en los medios de comunicación públicos. Basta ver cómo en los espacios electorales de la radio y televisión públicas dedicados a las sucesivas elecciones se informa solamente de tres o cuatro partidos políticos, mientras que se marginan a otros que también están en liza, condicionando y manipulando así la decisión de los electores. 


También debería cambiar la actitud de determinados partidos políticos que utilizan la descalificación como arma, no aplicando para sí mismos lo que reclaman para otros, es decir, el juego limpio, la confrontación de ideas y no de dogmas y prejuicios. Frente al pensamiento único, diversidad de ideas; frente al clientelismo en los medios de comunicación públicos, igualdad de trato para todas las propuestas políticas; frente a una ley electoral parcial e injusta, una reforma efectiva que asegure la igualdad de oportunidades. Entremos de una vez por todas en el siglo XXI.



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