martes, 25 de junio de 2013

MADRID 2020, UN DESPROPÓSITO

Todo parece indicar que los Juegos Olímpicos de 2020 recaerán en Madrid, merced a la puntuación que ha obtenido hoy la candidatura por parte del Comité Olímpico Internacional (COI), superando a sus rivales, Estambul y Tokio. Todo un despropósito en un país como el nuestro que atraviesa por la mayor crisis económica y social de su historia. Son numerosos los estudios que ponen en duda los supuestos beneficios económicos de la organización de unos juegos olímpicos, y las experiencias previas han demostrado que las previsiones de gastos e inversiones en las distintas sedes se han quedado cortas

Así, en 2004, los organizadores de Londres 2012 dijeron que se gastarían 2.400 millones de libras, y el presupuesto final se disparó hasta los 9.300. Atenas 2004 presupuestó en 1.600 millones de dólares unos Juegos que acabaron costando 16.000 millones, siendo este evento uno de los factores que precipitaron la crisis griega. El presupuesto en Seguridad de Londres 2012 pasó, al cambio, de 338 millones de euros a 664. No fue el único caso espectacular de desvío presupuestario: el gasto para las ceremonias de inauguración y clausura de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos pasó de 51 millones a 103. El presupuesto inicial para los Juegos Olímpicos de invierno de Sochi (Rusia) que se celebrarán en 2014 fue de 12.000 millones de dólares. La última revisión le atribuye ya 33.000, un 175% más de gasto.

Como se ve, en general, los JJ. OO. cuestan, como mínimo, el doble de lo presupuestado. En el caso de Madrid, el comité organizador gastará 2.400 millones de euros e ingresará más de 2.000, sobre el papel. Además, la candidatura dice que habrá que invertir otros 1.500 millones en sedes deportivas, la villa olímpica, infraestructuras de transporte y urbanas, además de la seguridad para esos día. Si se cumple lo que ha ocurrido en otras sedes anteriores, el gasto total ascendería, como mínimo, a casi 8.000 millones de euros.

Hay otro problema: todas las infraestructuras construidas corren el riesgo de ser inservibles tras el evento. El hipódromo remodelado con un coste de 24 millones de euros; puerto de Valencia, 43 millones; centro de regatas en Getafe, 65 millones; pabellón de voleibol, 53 millones... Todas ellas tendrán un uso escaso tras 2020. Ya se han visto en España pabellones deportivos que, tras su construcción, se utilizan solo de forma esporádica, como la Caja Mágica, en Madrid, usada única y exclusivamente para albergar un Master de tenis al año, habiendo costado, como no podía ser menos, el doble de lo presupuestado (300 millones).


El coste ambiental de los JJ.OO. tampoco es despreciable. Los juegos de invierno de 2014, que se celebrarán en Sochi (Rusia), son objeto de las protestas de organizaciones como WWF, ya que aguas residuales contaminadas y escombros son vertidos en un brazo del río Msymta. "Esta es una reserva de agua potable para Sochi", ha declarado un representante de WWF. Gran parte de la reserva de la biosfera está siendo gravemente dañada por las enormes construcciones para el telesilla y las carreteras. En el caso de Madrid, Ecologistas en Acción denuncia deficiencias en el Plan de Sostenibilidad de los JJ.OO., señala la obligación de los desplazamientos de deportistas a las sedes secundarias (Valencia y Baleares), aumentando la emisión de CO2 y la hipocresía de los gobernantes al contar las bondades ambientales de la capital, cuando la realidad es que el hiperdesarrollo urbanístico y de infraestructuras está muy lejos de la sostenibilidad ambiental. Además, el rediseño de la ciudad, ajeno a las necesidades de sus habitantes en el caso de las instalaciones que se levantarán en el Parque Lineal del Manzanares, demuestra que se actúa de espaldas a la población.

El Comité Olímpico Español y las instituciones que apoyan incondicionalmente este evento deberían aprender de los países que, como Brasil, pasan por momentos de protesta de la población, por el elevado coste de todos estas infraestructuras, en detrimento del bienestar de la sociedad. La visión puramente mercantilista de los organizadores de los JJ.OO., podría desencadenar que se acentuaran las diferencias sociales en nuestro país, pero no parece que eso preocupe a nuestros gobernantes. Esas inversiones multimillonarias deberían dedicarse a fomentar el empleo sostenible, a mejorar los depauperados servicios sociales, así como la Sanidad y la Educación, en vez de apostar una vez más por el ladrillo, en la construcción de infraestructuras de dudosa utilidad social, cuyas consecuencias económicas, ambientales y sociales estamos lejos de conocer. Parece que no hemos aprendido nada en estos años de hiper-construcción y gasto público sin control.











lunes, 17 de junio de 2013

LA EXTINCIÓN DE LAS ABEJAS, UN PROBLEMA GLOBAL

Hace ya algunos años que saltaron las alarmas. En 2009, científicos y apicultores ya advertían de la drástica reducción de las poblaciones de abejas, debida a varias razones: uso de pesticidas, efecto de un virus, emisiones electromagnéticas, hongos en las colmenas, la contaminación atmosférica o el cambio climático. Dos años más tarde, se constataba que la desaparición de las abejas era un problema global, según un informe de las Naciones Unidas. Las consecuencias de la extinción de las abejas son catastróficas, principalmente por el papel fundamental que juegan en la polinización de las plantas, muchas ellas de importancia económica, por ser de consumo humano. 

Hoy mismo, la cadena de supermercados estadounidense Whole Foods, especializada en alimentos ecológicos y de comercio justo, ha imaginado cómo serían sus estanterías si las abejas se extinguieran. El resultado ha sido que el 52% de los productos desaparecerían, entre ellos alimentos tan corrientes como zanahorias, cebollas, aguacates, manzanas, brócolis, pepinos o limones. El 85% de las especies vegetales se reproducen gracias a la polinización realizada por insectos. El impacto sobre la alimentación humana sería terrible.


Según un estudio realizado por el ministerio de Agricultura de EE.UU., cerca de la tercera parte de sus colonias de abejas han desaparecido durante el invierno 2012-2013. Este dato confirma lo que se sospechaba. ¿Qué futuro nos espera sin el efecto beneficioso de estas especies de himenópteros? Como se ve, la consecuencia inmediata sería la erradicación de nuestra dieta de cientos de alimentos, la modificación de los ecosistemas y la acentuación de la ya grave crisis alimentaria, afectada por la especulación con el precio de los alimentos, la presión de los transgénicos, la privatización de las semillas o los monocultivos dedicados a agrocombustibles.

En el pasado mes de abril, la UE decretó la prohibición temporal de tres insecticidas tóxicos para las abejas, pero solo durante dos años, habiendo cedido a las presiones de las multinacionales que fabrican estos pesticidas (Bayer y Syngenta), con la excusa de que no son tóxicos para los humanos. De seguir así, y si no se prohiben de forma permanente estos productos, la agricultura se vería obligada a utilizar métodos manuales de polinización, como ya se está realizando en China, a partir de polen importado, con el consiguiente aumento de los costes y, por tanto, de los precios que pagarían los consumidores. 

Aunque para mucha gente, el hecho de que se extingan las abejas supone un mal menor, por puro desconocimiento, este es un ejemplo claro de que la desaparición de una pequeña parte del reino animal tiene un efecto amplificado en los ecosistemas y que afecta directamente a la especie humana. La única solución pasa por la potenciación de la agricultura ecológica, que se adapta a los ritmos de la naturaleza y que, precisamente, aprovecha la inestimable ayuda de los polinizadores naturales, además de prescindir de todo tipo de pesticidas, herbicidas y demás productos químicos tan perjudiciales para la salud.

viernes, 14 de junio de 2013

ECONOMÍA SOSTENIBLE VS. ECONOMÍA ORTODOXA

Uno de los errores de los economistas neoclásicos que deciden los designios de los países occidentales es creer que el sistema económico es la suma de procesos sencillos y que mediante un proceso lineal se llegará a una consecuencia a partir de premisas simples. Siguiendo este planteamiento, el FMI pretende aplicar las mismas recetas a todos los países y los gobernantes repiten el mantra de "recortar gastos para generar crecimiento y empleo". Este modo de pensar del siglo XIX fue apuntalado con la escuela de Chicago, origen del neoliberalismo, con Milton Friedman a la cabeza. También la pretensión de los economistas de introducir sesudos cálculos matemáticos para corroborar sus teorías, dándole así un barniz "científico" a sus predicciones, ha sido un mal que hemos sufrido los ciudadanos en las últimas décadas, sobre todo por los errores en esas predicciones.

La realidad ha demostrado que las cosas han sucedido de un modo muy diferente a como se había previsto. En los años '60, en pleno optimismo consumista, nadie previó la crisis energética que asolaría el planeta a partir de 1973. En 2007, ni el FMI ni el Banco Mundial se imaginaban lo que nos venía encima y no detectaron los elementos que subyacían a la crisis. En España, en 2008 Zapatero pensaba que "el sistema financiero español es el más sólido del mundo" y que "pronto se llegaría al crecimiento del 3%". ¿Y qué decir de Rajoy, que iba a crear empleo en cuanto gobernara?

Los analistas más sensatos dicen que el sistema económico es un sistema complejo y que, como tal, en él hay fuertes interacciones entre las partes implicadas, fenómenos de retroalimentación y de adaptación a los cambios. Como ejemplos de sistemas complejos cabe citar el cerebro, el ecosistema, la bolsa de valores o el sistema inmunitario. Sin embargo, el paradigma dominante no plantea el sistema económico como algo complejo, sino que aplica unas pocas recetas que, según ellos, son válidas para todos los países.

Roberto Bermejo, ingeniero industrial, doctor en Economía y profesor del Departamento de Economía Aplicada I de la UPV, una de las autoridades en Economía Sostenible, nos desvela esa realidad en su libro Manual para una economía sostenible (Libros de la Catarata 2011). Bermejo compara dos sistemas complejos, los sistemas naturales, autorregulables y sostenibles, con el sistema socioeconómico dominante, en varios aspectos, que se resumen en esta tabla:


Fuente: Elaboración propia a partir del capítulo 6 de "Manual para una economía sostenible"

El sistema socioeconómico dominante está basado en la creencia en el crecimiento continuo, en el sistema monetario como medida de todas las cosas, sin tener en cuenta los límites finitos del planeta. En palabras de Bermejo, "la economía neoclásica debe dar paso a otra que cumpla con los principios de sostenibilidad, lo cual supone la necesidad de una revolución epistemológica, y no sólo para la escuela neoclásica, sino también para las escuelas herederas de los economistas clásicos, como la keynesiana o la marxista".

Es preciso revisar los conceptos de riqueza, desarrollo, producción, etc., e incorporar la ecología al pensamiento económico, "sustituyendo a la renta per capita como instrumento de medición de la riqueza por otros aspectos como el grado de satisfacción de las necesidades, una alta cohesión social, un alto grado de democracia, la conservación del medio ambiente, el disponer de agua y alimentos sanos y la ausencia de contaminación", como dice Bermejo. Es hora de que se apliquen los principios que rigen a los sistemas naturales al sistema económico, es decir, que éste utilice fuentes renovables de energía, que cierre el ciclo de materiales, minimizando los residuos, que sustituya a la competencia en favor de la cooperación, que no se base en el consumo y que, en definitiva, tenga en cuenta los límites físicos del planeta.