miércoles, 15 de enero de 2014

CECI N'EST PAS UN PARTI

Vaya por delante que esta reflexión es puramente personal, y que no representa más que lo que yo pienso. También quiero dejar claro que es un pensamiento que se suele denominar "partidista", si con esto se refiere uno a apoyar a un partido en particular, término que actualmente está bastante desprestigiado, al igual que los partidos políticos o los políticos en general.

Pero esta reflexión podría ser desprestigiada si hablara de los partidos tradicionales, es decir, aquellos que tienen muchas décadas de historia, que han pasado por etapas oscuras, que están anclados en el pasado, tanto en el lenguaje que usan como en su organización interna. También pueden tacharse de "tradicionales" aquellos que son escisiones de otros partidos, con miembros que no han conseguido un lugar preeminente en la organización del partido matriz y, consecuentemente, han creado otros partidos a su imagen y semejanza. A menudo, esos partidos arrastran vicios como la meritocracia como método de ascenso en el escalafón del partido en cuestión, con estructuras jerárquicas y piramidales, con una cúpula presidida por un "líder" que ordena y manda, aunque se enmascare de un barniz de apertura y democracia interna, que no es tal en la mayoría de los casos.

Pero no quiero hablar de ese tipo de partidos, sino de uno que, surgido tras un proceso de convergencia del 95% de los partidos verdes del territorio nacional a partir de 2008, cuando se creó la Coordinadora Verde, iniciado con la llamada "Declaración de Hondarribia", confluyó por fin en junio de 2011 en EQUO. Tampoco hablo de políticos al uso, sino de personas que, en la mayoría de los casos, no se veían representadas por los partidos tradicionales, y han visto en EQUO, tanto por su ideología, la ecología política, como por las nuevas formas con que desde EQUO se hacen las cosas, con la horizontalidad y las decisiones asamblearias como bandera, al partido que mejor les representa.

Hay personas que ven con desconfianza a este partido, por razones que no acabo de entender. Se le tacha de "personalista", pero nada más lejos de la realidad, pues las decisiones se toman, como he dicho, por parte de las "bases", término que en el caso de EQUO no tiene mucho sentido, porque el hecho de que haya bases significa que hay cúspide, y en este caso, no existe tal cosa. Hablaría de afiliad@s y simpatizantes, quienes sólo se diferencian por el hecho de que los primero pagan una cuota y los segundos, no. También se acusa a EQUO de "dividir a la izquierda", cuando precisamente ahora estamos asistiendo a una miríada de convergencias, frentes, plataformas y convocatorias que se arrogan el privilegio de ser la "verdadera izquierda", con líderes más o menos mediáticos, en una versión del famoso "dejad que se acerquen a mi". Si todos estos frentes salieran adelante, el panorama sería harto complicado, con multitud de partidos (aunque no recibirían ese nombre, por las connotaciones negativas que tiene) que sólo confundirían a l@s votantes. También se dice que la opción ecologista está presente en otros partidos, pero los hechos demuestran que no es así, pues cuando esos partidos han tenido la responsabilidad de gobernar, han dejado el medio ambiente en un segundo o tercer plano, y han demostrado ser tan corruptos como el que más.

Incluso los hay que preferirían que no hubiera ningún partido, y que fuera la sociedad civil la que se hiciera con las riendas del poder. Eso sería estupendo pero, desgraciadamente, el actual sistema hace de los partidos una herramienta imprescindible para acceder a obtener ciertas cuotas de poder (entendido éste como modo de cambiar las cosas y no una manera de enriquecerse, como suele asociarse). Desde que el movimiento 15M exigió que la ciudadanía tuviera el poder de decisión en los asuntos públicos, no he encontrado otro partido en el que fuera más fácil participar, pues desde el minuto uno se puede opinar, discutir desde la divergencia, contribuir a la construcción de las propuestas programáticas o votar las diferentes opciones, con la existencia de una herramienta virtual, la Equomunidad, abierta a tod@s, así como la asistencia libre y abierta a las asambleas presenciales, a menudo en lugares públicos, por la falta de locales y sedes, lujo sólo al alcance de los grandes partidos.

Si se pide transparencia, aquí se obtiene (y se exige), pues las cuentas se publican anualmente, se publican las actas de las asambleas y convocatorias y se transmiten en directo, vía "streaming", las reuniones de la Mesa Federal, órgano que agrupa periódicamente a las organizaciones territoriales. Si se pide independencia económica frente a la banca, EQUO la tiene, pues solamente se financia por las cuotas de l@s afiliad@s, en su mayoría, y por algunas donaciones. El presupuesto anual de EQUO (unos 200.000 euros para todo el estado) demuestra que no hacen falta sumas multimillonarias para desarrollar un proyecto político si se cuenta con el trabajo altruista e ilusionado de miles de personas. Si se pide apertura a la sociedad, EQUO es el pionero y la vanguardia, pues ha iniciado un proceso de Primarias abiertas a toda la ciudadanía para elegir a l@s candidat@s para las elecciones europeas. Otros partidos hablan de ellas, pero a la hora de la verdad se echan atrás por la desconfianza que demuestran hacia los ciudadanos y por la pervivencia de los métodos cerrados de toma de decisiones, limitados a las cúpulas.

Después de este alegato partidista, está claro que mi mayor apuesta es por este partido, EQUO que, si no existiera, habría que inventarlo, pues da respuesta a lo que mucha gente espera de lo que debe ser un partido político, abierto, democrático, defensor de la ecología política como arma para dar solución a los problemas del siglo XXI.



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