miércoles, 9 de abril de 2014

EL MODELO ESCANDINAVO

Hoy hemos sabido que en Suecia, en el ayuntamiento de Gotemburgo, se va a probar una jornada laboral de 6 horas al día para, por un lado, aumentar la productividad y, por otro, permitir crear nuevos puestos de trabajo, siguiendo la lógica aplastante del reparto del trabajo, una de las medidas que desde EQUO se plantea desde hace años. Y eso que en el país escandinavo la tasa de desempleo es sólo del 8%. Mientras, en España, se aumenta la carga horaria semanal de los empleados públicos, haciendo que miles de contratados sean despedidos, engrosando la ya sangrante tasa de paro de nuestro país.

Siguiendo con las comparaciones, Finlandia, como es sabido, encabeza un año más la lista de resultados del informe PISA. Si comparamos los sistemas educativos del país nórdico y del suelo patrio, comprobamos que en Finlandia los niños no acuden al colegio hasta los 7 años, que la educación es gratuita desde preescolar hasta la universidad incluyendo las clases, el comedor, los libros y hasta el material escolar, aunque si alguien lo pierde está obligado a pagárselo. En total, suman 608 horas lectivas en primaria, frente a las 875 horas de España, con deberes en casa que no son excesivos, y no como aquí, donde l@s alumn@s realizan entre 1 y 2 horas diarias de trabajo extra. Allí, el 98% de la educación es pública, y ser maestr@ es uno de las profesiones más respetadas y valoradas.

Dinamarca es considerado uno de los países más felices del mundo. Y eso es debido a un sistema fiscal muy estricto, con unos impuestos muy altos: las rentas más altas en Dinamarca pagan el 59% en impuestos, mientras que en España, recientemente, un comité de "expertos" aconsejaban no sobrepasar el 50%, al tiempo que proponían bajar el Impuesto de Sociedades del 30 al 20%, cuando se sabe que las grandes fortunas utilizan ese medio para no tener que pagar impuestos debidos a la renta, además de mantener las famosas SICAV, las sociedades de inversión de capital variable, que tributan al 1% y que son el modo más común de los más ricos para no tributar lo que debieran. Dinamarca es uno de los países menos corruptos del mundo, y pocas personas tienen la tentación de evadir impuestos, por las contraprestaciones que conlleva estar de buenas con Hacienda.

A cambio de esa presión fiscal, los daneses tienen uno de los sistemas de protección social más avanzados del mundo, con servicios como educación gratuita de alta calidad (colegios, universidades, etc.), subsidio del Estado para la educación (subsidio mensual para todos los estudiantes mayores de edad: 5.384 coronas danesas/725 euros), servicio médico gratuito de alta calidad, estancia gratuita en hospitales, también en los partos; no hay peajes en las autovias, subsidio de vivienda para personas con salarios bajos, permiso por maternidad de 1 año (6 meses con salario completo), etc. 

Aunque estos países también tendrán sus sombras, lo cierto es que el grado de protección social que disfruta la ciudadanía escandinava debería hacer reflexionar a los dirigentes políticos del sur de Europa en general, y de España en particular, que se encaminan hacia derroteros totalmente opuestos a los países nórdicos. En nuestro país se tiende a aumentar el tiempo del trabajo, a destinar cada vez menos recursos a sanidad y educación, a rebajar los impuestos a los que más tienen, a denostar a los empleados públicos, sobre todo al sector docente. En España falta una cultura del bien común, falta una conciencia colectiva de que es necesario contribuir al estado para recibir algo a cambio.

Aprendamos de lo mejor de los países europeos. Basta con mirar a nuestro alrededor y no mirarnos la punta de los zapatos, creyendo que nuestras soluciones son las mejores, porque desde luego, los resultados por ahora dejan mucho que desear.


miércoles, 2 de abril de 2014

CAMBIO CLIMÁTICO: EL ENEMIGO A BATIR

El Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC en sus siglas en inglés), organismo dependiente de la ONU que agrupa a miles de científicos y expertos en esa materia, acaba de emitir su último informe en el que se alerta del "abrumador" impacto de este fenómeno en el planeta, advirtiendo de que los riesgos del cambio climático son debidos en un 95 % a la actividad humana, aunque aún hay científicos que minimizan la mano del ser humano en los cambios que nuestro clima está sufriendo.

A pesar de las advertencias provenientes del ámbito científico, sigue sin haber una política clara a todos los niveles (mundial, europeo y nacional) para poner freno a este fenómeno que no conoce fronteras. Al contrario, espoleados por los éxitos económicos de China, los países europeos sólo buscan emular al gigante asiático, ansiando alcanzar sus tasas de crecimiento que, a pesar de haberse desacelerado en los últimos meses, está por encima del 7,5% anual. Pero Europa está obviando los efectos perjudiciales que el crecimiento desmesurado produce no solamente en el medio ambiente, sino directamente en la salud humana, como lo demuestran los niveles brutales de contaminación atmosférica que deben soportar los ciudadanos chinos de las grandes urbes (como Pekín o Shangay), superándose en 16 veces el límite de micropartículas recomendado por la OMS.

A nivel mundial, el decenio 2001-2010 es el más cálido desde que se registran los datos de temperaturas, a mediados del siglo XIX. Además, el pasado 2013 fue el sexto año más caluroso de la historia. De hecho, tal y como declaró Michel Jarraud, presidente de la Organización Mundial de la Meteorología (OMM), cada década desde hace medio siglo es más caliente que la precedente. Las sequías y los incendios asociados, como se han visto en California, con 60.000 has. arrasadas, o Australia el año pasado, o como vemos en España todos los años, son las señales de alarma que nos advierten de que el aumento de las temperaturas siguen su implacable avance. En España notaremos el cambio climático en varios aspectos, según un estudio internacional publicado recientemente en la revista científica Environmental Research Letters: la temperatura media estival subirá 3º C, superando en muchas ocasiones los 40º C, además de que aumentarán las lluvias torrenciales, con los daños en campos, casas e infraestructuras que ello conllevará. 

La búsqueda insensata del crecimiento como único remedio a esta crisis económica, social y ecológica puede ser lo que nos lleve a un callejón sin salida. Los costes económicos que supondrá paliar los efectos del cambio climático superarán con creces los supuestos beneficios obtenidos por dicho crecimiento. Esos costes repercutirán sobre todo en la agricultura, con la bajada de los rendimientos y los efectos de lluvias y las sequías, afectando a la seguridad alimentaria, sobre todo en África o Sudamérica, donde la agricultura de subsistencia es la norma. Además, los principales damnificados por esos efectos serán, una vez más, las capas más desfavorecidas de la sociedad.

En 2006, el gobierno británico encargó al economista Sir Nicholas Stern un informe (conocido como Informe Stern) en el que se evalúa el impacto del cambio climático y calentamiento global sobre la economía a través de una perspectiva internacional. Además de las conocidas consecuencias del cambio climático (reducción del suministro de agua, que contrastan con el aumento de las inundaciones, reducción del rendimiento de las cosechas, aumento de las muertes por desnutrición y estrés térmico, extinción de entre el 15 y el 40 % de las especies), Stern cuantifica el coste económico para estabilizar las emisiones de CO2, que cifra en 500-550 ppm en 2050. Esto tendría una repercusión del 1 % del PIB al año. En España serían unos 10.000 millones de euros anuales. A esto habrá que añadir el gasto de reparación de los daños causados por las catástrofes naturales asociadas al cambio climático, varias veces superior a esa cifra. Sin embargo, nuestro país ha aumentado las emisiones de CO2 en un 20 % en los últimos 20 años, pasando de 285 millones de toneladas de gases de efecto invernadero en 1993 a 344 en el año 2012. Y dos: las emisiones de la generación de electricidad han crecido aún más, concretamente un 23,5% entre 1990 y 2012. La apuesta del actual gobierno por los combustibles fósiles y el abandono de las energías renovables no parece el mejor modo de encaminarnos a luchar contra el cambio climático. 

Desde las instituciones europeas se debe trabajar para revertir los efectos del cambio climático, disminuyendo las emisiones de CO2 y haciendo una apuesta fuerte por la transición ecológica de la economía, tal y como propone EQUO de cara a las elecciones de mayo, mediante la implantación de un Nuevo Acuerdo Verde (New Green Deal), asociado a la promoción de empleos verdes, la generalización de las energías renovables y el abandono paulatino de las energías sucias, para conseguir la independencia energética y el cambio de modelo productivo, más sostenible y social.