jueves, 23 de abril de 2015

LA CARA OCULTA DE LAS MIGRACIONES AFRICANAS

Tras la tragedia acaecida estos días, con entre 700 y 900 personas fallecidas en el mar cuando intentaban llegar a las costas italianas desde Libia, llegan los análisis de las causas y las peticiones de una mayor cooperación internacional para acabar con este éxodo. Pero es significativo que, para el ministro de Asuntos Exteriores, Jose Manuel García-Margallo, la solución al “problema” pasa por “controlar la inmigración ilegal y el tráfico de seres humanos”, algo que “exige destinar más dinero a eso que llamamos Frontex, que es una institución comunitaria”. La UE en general reduce el asunto a una cuestión de mafias y de seguridad fronteriza, principalmente, y así nos lo transmiten los principales medios de comunicación.

Aunque las razones que motivan a las personas del continente africano a huir de sus países para buscar un futuro mejor son múltiples, desde la violación sistemática de los Derechos Humanos, a los conflictos armados, la crisis económica, la pobreza, el hambre, hasta la existencia de estados corruptos, me voy a detener en tres aspectos que no dependen de esos países, sino que son factores externos determinantes de la situación en África.

Simultáneamente a la noticia de la tragedia, nos enteramos de que Repsol ha descubierto un yacimiento de gas (y ya son tres) en Argelia, prospección que apunta a una producción de 175.000 metros cúbicos de gas al día y 90 barriles al día de gas condensado. Este es un ejemplo de cómo las compañías multinacionales, entre ellas las españolas, saquean los recursos naturales de los países africanos para su propio beneficio, privando a esos estados de los ingresos que pudieran mejorar el bienestar de sus poblaciones. Pesca ilegal, tala indiscriminada de árboles, comercio de especies, son otras caras del expolio de las riquezas naturales de Africa. Se calcula que este expolio por parte de Occidente le suponen al continente africano unas pérdidas de 44.000 millones de euros al año.

Por otro lado, organismos internacionales como el FMI o el Banco Mundial obligan a esos países a realizar privatizaciones, pasando esos bienes públicos a manos de transnacionales occidentales, en la mayoría de los casos. Esto, unido a la corrupción, lleva a la existencia de unas élites políticas cada vez ricas y una población cada vez más empobrecida.

El tercer fenómeno que ocurre de forma continua, aunque discreta, es el acaparamiento de tierras africanas por parte de países extranjeros, tanto europeos (Italia, Noruega, Alemania, Dinamarca, Reino Unido y Francia, principalmente) como asiáticos (sobre todo China), para destinarlas al cultivo de agrocombustibles, alimentos para esos países y extracción de recursos minerales, en una suerte de neocolonialismo.

Reducir el asunto de las migraciones africanas a un problema de mafias y tráfico de personas, aunque es algo real, es ignorar la influencia de la globalización y de la desaparición de las fronteras para los capitales financieros e inversiones mundiales. Es no querer ver el intento de imposición, por parte del FMI y del Banco Mundial, de las necesidades y pautas del mercado global en Africa, mientras se yerguen muros cada vez más altos para las personas más vulnerables de este sistema generador de desigualdades y conflictos, cuyas consecuencias vemos en las costas europeas.

Artículo aparecido hoy en La Crónica del Pajarito:



jueves, 9 de abril de 2015

EL CAMBIO CLIMÁTICO, PARA TOMÁRSELO EN SERIO


El próximo 22 de abril se celebra el Día de la Tierra, una de esas celebraciones instauradas por la ONU cuyo objetivo es concienciar a la sociedad de la interdependencia entre los seres humanos, las demás especies y el planeta. Esta celebración, como muchas de las que están relacionadas con el medio ambiente, no pasa de conmemorarse, en el mejor de los casos, con unas pocas palabras dichas por el ministro de turno, o con las rápidas declaraciones de una representante de un grupo ecologista en la sección de sociedad del telediario, antes de los deportes. En los medios escritos, estas noticias aparecen en la sección de Medio Ambiente, como si estuviera desvinculado de cualquier otro aspecto. Sin embargo, su lugar debe ser la portada, y en segundo lugar, la sección de Economía.
Un informe sobre la percepción y los impactos del cambio climático en Europa, realizado por un experto del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) para el partido verde español EQUO, revela que de aquí a 2050 los cultivos en los que España es lider, como el vino, el aceite de oliva o las naranjas, se verán afectados por este fenómeno, al modificarse las condiciones en las que se desarrollan, siendo las zonas actuales de cultivo de esos productos no aptos para ello, por la elevación de las temperaturas, la menor frecuencia de precipitaciones o el aumento en el número de inundaciones. Así, las miles de hectáreas de olivos, vides y naranjos de provincias como Jaén, La Rioja o Valencia verían cómo las cepas y árboles se secan, arruinando a miles de familias. Otro sector primario como es la pesca se verá dañado, tanto en su vertiente de captura como en la acuicultura, debido tanto al aumento de la temperatura del agua como a su mayor acidificación. Además, el turismo, la otra gran industria de nuestro país, y motivo de declaraciones triunfalistas de los dirigentes políticos, también sufrirá por el cambio climático (temperaturas extremadamente altas en verano, menos nieve en invierno...).
Mientras que el 97% de los científicos que tratan este tema están de acuerdo con que el cambio climático está siendo acelerado peligrosamente por las actividades del ser humano, y se verifican miles de estudios que confirman este fenómeno, vemos a menudo cómo estas predicciones son tachadas de “catastrofistas” y “ocurrencias de ecologistas”, porque van en contra de la zona de confort de nuestra visión de las cosas. Sin embargo, cada vez es más frecuente oir decir a personas mayores que “nunca en la vida han visto que hiciera tanto calor en esta época del año”, o que “nunca habían visto el nivel del agua del río tan alto”.
Sólo cuando los poderes públicos se tomen el asunto del cambio climático como lo que es, un problema de primera magnitud que repercutirá en los aspectos económicos de todo un país, y los medios de comunicación lo reflejen como se merece, no sólo por sus consecuencias (inundaciones, sequías, nevadas) en la sección de sucesos, sino como un fenómeno contra el que hay que luchar de forma global, estaremos en condiciones de decir que aún estamos a tiempo de revertirlo.
Artículo aparecido hoy en La Crónica del Pajarito: