sábado, 4 de julio de 2015

EUROPA ARDE


En Europa estamos sufriendo el efecto de una serie de olas de calor, de norte a sur y de este a oeste. En el Reino Unido se han alcanzado las temperaturas más altas en un mes de julio, por encima de los 36ºC; en Francia, 51 departamentos (los equivalentes a nuestras provincias), casi la mitad del territorio galo, están en alerta naranja, con temperaturas cercanas a los 40ºC. Lo mismo ocurre en Alemania, Suiza y otros países europeos, así hasta 16. En España estamos surfeando sobre estas sucesivas olas de calor, que afectan de forma negativa a la salud y la economía, pues obligan a un mayor consumo de energía eléctrica. En estos últimos días ha aumentado en un 8% la demanda de electricidad en los hogares españoles, debido a los aires acondicionados, principalmente, incrementando nuestra dependencia a los combustibles fósiles y nuestra deuda externa (España gasta 45.000 millones de euros anuales en importar petróleo).

Un reciente estudio elaborado por climatólogos de la universidad de Stanford, fruto de sus observaciones de los patrones climáticos desde 1979 en diversas zonas del mundo, ha llegado a la conclusión de que estas olas de calor “pueden deberse al rápido calentamiento del Ártico, lo que provoca alteraciones en la corriente en chorro en las capas superiores de las masas de aire y contribuye a un clima más extremo”. La pérdida de hielo marino y de la cubierta de nieve en primavera en el Ártico estaría relacionada, según este estudio, con estos episodios de calores extremos en todo el hemisferio norte. De nuevo el cambio climático hace de las suyas, mientras los gobiernos miran nuevamente para otro lado y la población y los ecosistemas sufren sus consecuencias.

Pero las altas temperaturas no sólo se están percibiendo en el clima, sino también en el ambiente social europeo, alcanzando su punto álgido estos días con la situación de Grecia. La convocatoria, el pasado jueves, de concentraciones en toda Europa en apoyo al gobierno griego y a la convocatoria del referéndum este domingo ha elevado la temperatura (esta vez de forma metafórica) de las calles, reclamando que las instituciones europeas permitan, sin chantajes, que la democracia real se aplique en Grecia, y que el pueblo heleno pueda manifestar su opinión de forma libre, sin miedo a las posibles represalias económicas por parte de la UE, si el resultado de la consulta no satisface a la troika.

El cambio climático y la imposición de medidas de austeridad a los gobiernos soberanos no son aspectos aislados, como a primera vista pudiera parecer, sino que son las consecuencias de un sistema, el capitalismo, que afecta a las sociedades de forma global, pero de manera más acusada a los eslabones más débiles, los países del sur, ya sea en Europa (Grecia y España), ya sea en África y América Latina.

En estos primeros días de julio, Europa arde por las altas temperaturas, reales y figuradas, y esto debe servir de acicate para que la gente reclame medidas para un cambio radical, para la recuperación de la democracia, como valientemente nos están enseñando los griegos, y para la reversión de las políticas suicidas relativas al cambio climático.

Artículo publicado ayer en La Crónica del Pajarito:



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