miércoles, 20 de enero de 2016

EL PLAN B EUROPEO


Hay noticias que ponen de manifiesto el rumbo hacia el que la ciudadanía europea vamos encaminados: Suecia, uno de los países más admirados por el funcionamiento de su democracia, renuncia a reconocer al Sáhara como país independiente debido a la pretensión de su multinacional más famosa y próspera de instalarse en Marruecos; según un informe de la OCDE, la desigualdad económica e intergeneracional en Europa ha aumentado en los últimos años, siendo más acentuada en los países del sur, y España el país donde más se ha incrementado; la deficiente gestión de la crisis de los refugiados y el nivel de disparate al que se ha llegado se refleja en la detención (y posterior liberación) de los voluntarios españoles que ayudaban a los migrantes a alcanzar la costa de Lesbos.
La deriva de Europa en los últimos años, empezando por el control de la política europea por parte de los poderes financieros, la imposición de la austeridad a los países del sur, entendida no como contención en el gasto y ausencia de despilfarro, sino como aplicación de brutales recortes en las partidas sociales y en áreas tan sensibles como la educación y la sanidad, la pretensión de que las grandes multinacionales antepongan sus propios intereses por encima de la salud y las condiciones laborales de la ciudadanía europea, a través de “acuerdos” entre la UE y EEUU tan vergonzantes como el TTIP, el auge de la ideología ultraderechista y xenófoba en Francia, Grecia, Suecia, Austria y otros países, así como la situación de los refugiados en el viejo continente han provocado que un amplio sector de la izquierda europea proponga el llamado Plan B para Europa.
Más allá del uso de las energías renovables, la sostenibilidad debe ser un pilar del nuevo modelo
Este plan, presentado a través de un manifiesto, propone medidas que se contrapongan a la austeridad, único método, hasta ahora, que emana de las autoridades europeas para salir de la crisis. Estas medidas incluyen una política fiscal justa, el cierre de paraísos fiscales, sistemas de intercambio complementarios, la remunicipalización de los servicios públicos, el reparto igualitario de todos los trabajos (incluidos los cuidados en condiciones de dignidad), la apuesta por un modelo de producción basado en las energías renovables, y reformar o abolir el pacto fiscal europeo. Sin embargo se echa en falta en este manifiesto una mención más clara y explícita a que la única manera de abordar esta situación es haciéndolo desde una transición ecológica de la economía, y que la sostenibilidad debe ser uno de los pilares de ese nuevo modelo de Europa, yendo más allá del uso de las energías renovables.
Esa transición y esa alternativa al modelo europeo al uso debe incluir, además, el abandono del dogma del crecimiento entendido como aumento del PIB, pues no refleja de forma fidedigna todos los factores que están involucrados, algunos de ellos de forma negativa, como la degradación ambiental y el empeoramiento de las condiciones sociales y laborales de la población. Además, se deben promocionar de forma decidida los empleos verdes, garantes de una futura economía baja en carbono. La transición ecológica también debería incluir la lucha decidida contra el cambio climático, verdadera espada de Damocles que pende sobre la cabeza de Europa, fenómeno que, si continúa avanzando, dejará sin efecto alguno cualquier medida paliativa que se quiera aplicar.
El fomento de la economía circular, basada en las 3R, reducir, reutilizar y reciclar la mayor cantidad de los residuos que se produzcan en los procesos productivos y de consumo, frente al sistema imperante hoy en día, un sistema económico lineal basado en producir, consumir y eliminar los residuos producidos, es otro de los retos que el nuevo modelo productivo debe facilitar, y que debería ser promovido desde las instituciones europeas.

El llamamiento incluye la convocatoria los próximos 19, 20 y 21 febrero de una conferencia internacional en la que tratar estos temas. Será la ocasión de replantearse Europa, sustituyendo una visión del continente en la que los mercados, el poder financiero y la falta de democracia sean los factores dominantes, por una Europa de y para la ciudadanía, donde todas las acciones vayan encaminadas a conseguir que la solidaridad, la sostenibilidad y la justicia social definan el proyecto europeo.
Artículo aparecido hoy en La Crónica del Pajarito: