lunes, 20 de marzo de 2017

LOS RÍOS COMO SUJETOS DE DERECHO

Una noticia ha pasado desapercibida entre la avalancha de corrupciones políticas (en las que la Región de Murcia ha sido una de las tristes protagonistas), elecciones en países europeos (como en Holanda donde, por cierto, los verdes han experimentado una subida espectacular) o la última pifia del presidente Trump. Resulta que, por primera vez en el mundo, un río neozelandés, el Whanganui, ha sido reconocido como sujeto de derecho, al serle otorgada la personalidad jurídica. Es decir que, a partir de ahora, podrá ser representado en un juicio, podrá denunciar a través de representantes legales a todas aquellas personas o empresas que pretendan atentar contra él; y este río (el tercero en longitud del archipiélago) será reconocido como un ente completo, desde su nacimiento hasta su desembocadura, afluentes incluidos. Esto está relacionado además con el hecho de que los maoríes, los indígenas de Nueva Zelanda, llevaban 160 años pidiendo el reconocimiento del río como una entidad viva.
“Frente a la consideración del río como un ser vivo íntegro por los maoríes, el ser humano occidental le niega esa condición, reclamando “agua de donde sobra a donde falta” y considerando que los ríos “tiran el agua al mar”, entre otras lindezas”
Qué diferente al tratamiento que han recibido y reciben en España los ríos. Se les fragmenta con multitud de embalses, rompiendo sus características ecológicas como un continuo, se trasvasa agua de una cuenca a otra sin ningún miramiento, causando multitud de impactos, desde el paisajístico, con la construcción de enormes muros de hormigón, hasta la modificación del proceso natural de erosión y transporte de sedimentos, el régimen de caudales y la calidad del agua, la obstaculización del movimiento natural de la flora y la fauna autóctonas y el aceleramiento de la adaptación de especies exóticas. Cada comunidad autónoma por la que discurren se cree con derechos adquiridos sobre la porción de río que les toca, entrando continuamente en conflicto con la región adyacente o el país vecino por el uso del agua. Pero lo más flagrante es el hecho de que, en nuestro país, se tiene una concepción materialista y economicista de los ríos, siendo tratados como meros recursos naturales, es decir, como fuentes de riqueza, al extraer agua de ellos como si de simples canales de riego se tratara, además de ser canalizados, desprovistos de su vegetación de ribera y ser objeto de vertidos contaminantes, entre otros.
La concepción que de los ríos tenemos en el mundo occidental en general, y en España en particular, está directamente asociada con el hecho de que nuestra especie, al menos en nuestro entorno más inmediato, se ha alejado de la naturaleza, perdiendo nuestra relación íntima con este tipo de ecosistemas. Frente a la consideración del río como un ser vivo íntegro por parte de los maoríes, el ser humano occidental le niega esa condición, reclamando “agua de donde sobra a donde falta” y considerando que los ríos “tiran el agua al mar”, entre otras lindezas.
"Ignorar a los ríos y zonas húmedas, o maltratarlos, puede acarrear consecuencias indeseables difíciles de calibrar"
A la apreciación de los ríos como sujetos de derecho se suma, últimamente, la consideración, por parte de algunos tribunales, de los grandes simios como “personas no humanas”, es decir, también merecedores de derechos y deberes, por ser seres inteligentes y sensibles que merecen un respeto, actitud que se ha perdido en la civilización moderna, pero no en pueblos milenarios como los indígenas amazónicos. Algo está cambiando, desde luego.
Estos hechos nos deben hacer reflexionar sobre cómo en Occidente, al contrario que en las culturas más antiguas, más conectadas con la naturaleza, no somos conscientes de los servicios que nos brindan los ecosistemas fluviales, como ser fuente de alimentos, de conocimientos científicos, de energías renovables, de fertilidad del suelo, de biodiversidad, etc., además del disfrute estético que nos ofrecen. Ignorar a los ríos y zonas húmedas, o maltratarlos, puede acarrear consecuencias indeseables difíciles de calibrar, cosa que culturas como la maorí entienden perfectamente, y de los que deberíamos aprender.
Artículo `publicado hoy en La Crónica del Pajarito:

sábado, 11 de marzo de 2017

DIRECTOS AL MURO DEL COLAPSO

Dos noticias recientes nos hacen ser pesimistas con respecto a la consideración que del cambio climático tienen los poderes económicos y políticos mundiales. El pasado jueves 9 de marzo, el máximo responsable de la Agencia de Protección Medioambiental de EEUU, el recientemente nombrado Scott Pruitt, puso en duda el hecho de que el ser humano fuera “un contribuidor principal al calentamiento global”. También ha calificado el Acuerdo de París COP21 como de “mal acuerdo”, abriendo la posibilidad de que EEUU se retirara de dicho acuerdo. Pruitt, antes de ser colocado a la cabeza de este organismo, y como fiscal general en Oklahoma, demandó 14 veces a la Agencia, representando al lobby de la energía para bloquear iniciativas del anterior presidente Obama, como la que forzaba a las centrales eléctricas de carbón a reducir sus emisiones de CO2 y otros Gases de Efecto Invernadero (GEI). Posiblemente ese fue el detonante para que Donald Trump, otro escéptico del cambio climático, lo colocara, cual caballo de Troya, en ese puesto.
"España sigue emitiendo, a día de hoy, más CO2 a la atmósfera de lo que lo hacía en 1990. Si en aquel año las emisiones fueron de 285,9 millones de toneladas de CO2 equivalente, ahora estaríamos en los 328,7 millones"
La otra noticia, lanzada a los cuatro vientos por los medios de comunicación “oficiales” del Gobierno español, se refiere al mayor descubrimiento de petróleo desde hace décadas, en Alaska, por parte de Repsol junto a su socio estadounidense, hablándose de hasta 1.200 millones de barriles de crudo almacenado en suelo norteamericano, cantidad que podría reportar hasta 60.000 millones de euros. Sin embargo, esa cantidad, que parece desorbitada, sólo alcanzaría, al nivel de consumo actual, a abastecer a un país como España durante sólo 3 años.
La negación del cambio climático, en contra de la opinión de la inmensa mayoría de la comunidad científica, por parte de la administración Trump, puede abrir la puerta a una etapa de aceleración de este fenómeno, que ya estamos sufriendo, como la reciente ola de frío polar en nuestro país en el mes de enero, seguido de una ola de calor este mes de marzo, y los continuos récords de temperatura que, año tras año, alcanzamos.
En España, a pesar de las declaraciones de los representantes del Gobierno, como la ministra Tejerina, que recientemente anunció la intención del ejecutivo de elaborar una Ley de Cambio Climático y de Transición Energética y el Agua, estamos aún lejos de alcanzar el objetivo del Protocolo de Kioto, es decir, el de reducir las emisiones totales de los seis GEI en al menos un 5% por debajo de los niveles de 1990, año tomado como referencia. Al contrario, los datos del Observatorio de la Sostenibilidad indican que España sigue emitiendo, a día de hoy, más CO2 a la atmósfera de lo que lo hacía en 1990. Si en aquel año las emisiones fueron de 285,9 millones de toneladas de CO2 equivalente, ahora estaríamos en los 328,7 millones.
Y la prueba de que en España no vamos aún bien encaminados a reducir nuestras emisiones es que aún no se ha descartado del todo, por parte del partido en el gobierno, el método de extracción de gas de esquisto conocido como “fracking”, ya que, a juicio del ínclito Rafael Hernando, los problemas de la fractura hidráulica “están solucionados hoy en día gracias a la tecnología”. Esto ha obligado al grupo de Unidos Podemos a presentar una Proposición de Ley para prohibir la extracción de hidrocarburos por este método contaminante y causante de impactos diversos sobre el medio ambiente, del que la Región de Murcia no está libre, por los estudios que se iniciaron hace algunos años en la comarca del Noroeste. La negativa de derogar el llamado “impuesto al sol”, que impide el autoconsumo de energías renovables de una forma autónoma y desligada del lobby energético español, es otra de las razones por las que se dude de las intenciones del Gobierno de revertir los efectos del cambio climático en nuestro país.
Vivimos un periodo de incertidumbre. Abordar de forma decidida e inmediata el problema del cambio climático es una garantía de futuro que no podemos posponer más. Cada año que pasa vamos apretando cada vez más el acelerador hacia el muro del colapso. Y no sólo hay que levantar el pie del pedal, sino apretar el freno.
Artículo aparecido hoy en La Crónica del Pajarito: