viernes, 29 de septiembre de 2017

ALEMANIA EN LA ENCRUCIJADA

Recién acabadas las elecciones legislativas en Alemania, toca revisar la situación de cara a la formación del nuevo gobierno. En el país teutón, el resultado de las legislativas está marcado por la bajada en votos de los dos principales partidos que se han repartido el poder desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, el conservador CDU/CSU de Merkel, que desciende en 8,5 puntos porcentuales, y el socialista SPD de Schulz, que lo hace en 5,2 puntos con respecto a las anteriores elecciones de 2013. ¿Y dónde han ido a parar esos votos? Pues básicamente a los liberales del FDP (Partido Democrático Libre), equivalente a Ciudadanos en España, que aumentan en 5,9 puntos y, lo más preocupante, al ultraderechista AfD (Alternativa para Alemania) que, por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, entra en el Bundestag con el 12,6% de los votos. Los partidos más a la izquierda del panorama político, Die Linke (La izquierda) y Die Grünen (Los Verdes), prácticamente repiten los resultados de 2013, aunque con un ligerísimo incremento de votos y escaños, con el 9,2 % y el 8,9%, respectivamente.
“Hay serias dudas de partida sobre una hipotética coalición jamaicana por las posiciones antagónicas de conservadores, liberales y verdes en temas clave, sobre todo en materia energética y migratoria,”
Este puzzle electoral obliga a los partidos alemanes a iniciar arduas conversaciones para formar gobierno, al no haber obtenido ninguna formación la mayoría absoluta, como ya va siendo habitual en Europa. Son varias las posibilidades para ello, aunque los socialistas ya han anunciado su negativa a renovar la Grosse Koalition con los conservadores. La mayoría de los analistas coinciden en que sólo hay una salida para contrarrestar el avance de los ultranacionalistas del AfD, la unión entre el CDU/CSU, los liberales y Los Verdes, la llamada coalición “jamaicana”, en referencia a los colores corporativos de los tres partidos y los de la bandera de la isla caribeña (negro, amarillo y verde). Sin embargo, esta unión se enfrenta a serias dificultades de partida, sobre todo en materia energética y migratoria, por sus posiciones antagónicas en temas clave. Los Verdes y sus posibles socios de gobierno chocan en cuanto a la política energética. A pesar de haber anunciado el gobierno Merkel en 2014 su intención de elevar a más del doble el uso de energías renovables en el país para el 2025, y de abandonar paulatinamente la energía nuclear tras la catástrofe de Fukushima, el escándalo Dieselgate hizo que los aspectos ambientales estuvieran ausentes en la campaña electoral, y que, lejos de cumplir sus compromisos, el gobierno haya tomado la opción de no disminuir las actividades de sus centrales de carbón (medida que está apoyada por los liberales), alejándose del objetivo de disminuir las emisiones de CO2, en un país como Alemania que es la cuarta potencia mundial y el primer consumidor de energía de Europa.
En cuanto al aspecto migratorio y europeo, Los Verdes se enfrentan a la política que preconizan los liberales de facilitar que Grecia salga de la zona euro, de limitar la entrada a los inmigrantes y de rechazar una política común europea en materia fiscal. Además, en clave interna, Los Verdes alemanes y los liberales se diferencian en que éstos pretenden disminuir los impuestos y privatizar compañías como la gigante Deutsch Telekom, que tiene actualmente un 32% de participación estatal, adelgazando la presencia del Estado en un país que también está sufriendo en cierta manera la crisis, con un aumento de los trabajadores en riesgo de pobreza, del pluriempleo y de los llamados minijobs, trabajos mal pagados y que no cotizan a la seguridad social.
Los Verdes alemanes se encuentran en una posición delicada, debiendo negociar con sus posibles socios cuestiones que pueden ir en contra de sus propios principios, pero también deben contribuir a evitar la llegada al gobierno de la opción ultraderechista, o incluso la repetición de las elecciones. Alemania se encuentra en una encrucijada cuyo desenlace puede influir en el futuro de Europa. Estaremos pendientes.

Artículo publicado hoy en La Crónica del Pajarito:

http://lacronicadelpajarito.com/blog/federicogcharton/2017/09/alemania-encrucijada

Y en La Opinión de Murcia:

http://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2017/09/30/alemania-encrucijada/863689.html


sábado, 9 de septiembre de 2017

LA TORMENTA PERFECTA

En cuestión de unos pocos días, cuatro huracanes han devastado (o llevan camino de hacerlo) la costa este del Caribe, Méjico y EEUU: son el Harvey, el Irma, el José y el Katia, siguiendo el orden alfabético con el que se nombra a los huracanes. El huracán Irma está siendo el que está causando mayores destrozos en las islas caribeñas, por su intensidad, nivel 5 en la escala de Saffir-Simpson, el máximo, medido a partir de la velocidad del viento, en este caso por superar los 250 km/h. El huracán Irma, a la hora de escribir este artículo, ha causado ya 20 muertos, y aún no ha llegado a tocar tierra en las costas de Florida.
Aunque este tipo de fenómenos atmosféricos existe desde siempre, lo cierto es que se está verificando que la intensidad de los ciclones atlánticos es cada vez mayor, debido al aumento de la temperatura de agua, y que la latitud a la que se forman también es más elevada, desplazándose hacia el norte, a regiones menos habituadas y preparadas para soportar estas catástrofes. Los expertos coinciden en achacar a un fenómeno global estos dos hechos: el cambio climático. Aunque no originan los huracanes, el cambio climático “exacerba gravemente” su impacto. Así lo afirma la Organización Meteorológica Mundial (OMM), organismo dependiente de la ONU, en base a modelos matemáticos de predicción.
“Cuando el huracán Irma pase cerca de la mansión de Trump en Florida, las ráfagas quizá le recordarán que el cambio climático no es para tomárselo a broma”
La mayor temperatura y humedad del agua supone un mayor “combustible” para que los huracanes se desarrollen, aumentando su velocidad de giro y la cantidad de lluvia producida. Y lo que está claro es que la emisión de Gases de Efecto Invernadero (GEI), intensificada en las últimas décadas, ha hecho aumentar la temperatura de las aguas atlánticas, sobre todo en la zona norte y tropical de ese océano, debido principalmente a la aceleración del deshielo en la Antártida y la consecuente crecida del nivel del agua, alterando asimismo las corrientes en el océano profundo, según una investigación de la Universidad de Nueva York publicada en 2014 en la revista Nature.
Asimismo, en 2008 ya se demostró, a través de un informe de la Universidad Estatal de Florida, esta misma circunstancia, mediante análisis de los datos tomados por los satélites en los 25 años anteriores al estudio, que demuestran que hay una tendencia al alza en las velocidades de viento máximas en los ciclones más fuertes que se originan en los mares tropicales, donde la temperatura del agua del mar es más elevada. Ese mismo estudio viene a demostrar que, por cada grado Celsius de subida de temperatura del agua superficial del mar, aumenta la frecuencia de los huracanes en un 31%.
A pesar de todas estas evidencias, no parece que los principales responsables de las emisiones de GEI, empezando por la administración Trump, se den por aludidos. Tal vez a través de la economía cambien de opinión. Se calcula que las pérdidas económicas debidas al huracán Harvey en Texas y Louisiana superan los 100.000 millones de dólares, a los que habrá que sumar lo que costarán los destrozos materiales y humanos del Irma. Pero, como indicaba un periodista norteamericano, cuando el huracán Irma pase cerca de la mansión Mar-a-Lago de Trump en Florida, las ráfagas le recordarán que quizá el cambio climático no es para tomárselo a broma, y le hagan cambiar de opinión en cuanto al cumplimiento del Acuerdo de París, evitando así la subida de la temperatura media del planeta en 1,5ºC, considerada por muchos científicos como el punto de no retorno en cuanto al desarreglo climático, cuyo exponente más dramático es el paso de la tormenta perfecta, parafraseando el título de la famosa película de Wolfgang Petersen.
Artículo publicado hoy en La Crónica del Pajarito:

viernes, 8 de septiembre de 2017

UN ACUERDO CONTRA EL MERCURIO

El pasado día 16 de este mes entró en vigor el Convenio de Minamata, que toma su nombre de la ciudad japonesa donde se aprobó este acuerdo en enero de 2013. La elección del lugar no es casual: en 1956 sufrió una epidemia que provocó problemas neurológicos graves, malformaciones congénitas y la muerte de miles de personas. Hasta tres años después no se averiguó que fue debida a la contaminación masiva en su bahía por el vertido durante años de catalizadores a base de mercurio procedentes de una fábrica química, acumulándose en los peces y pasando a los seres humanos tras el consumo de pescado, base de su alimentación. El objetivo del Convenio de Minamata es “proteger la salud humana y el medio ambiente de las emisiones y liberaciones antropógenas de mercurio y compuestos de mercurio”, tal y como reza en el documento promovido por el Programa de la Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).
“Este metal tóxico afecta al sistema nervioso central y no se elimina de la cadena trófica, acumulándose sobre todo en los pescados de gran tamaño, como atunes o peces espada”
Para ello, este acuerdo, de obligado cumplimiento, insta a los 128 países firmantes a aplicar medidas como prohibir nuevas minas de mercurio, clausurar aquellas que ya existen en un plazo de 15 años, regular la minería de oro artesanal y de pequeña escala, y reducir el uso y emisiones del mercurio, así como aplicar medidas de control sobre una serie de productos con mercurio añadido cuya producción, importación y exportación estarán prohibidas para 2020 (como baterías, lámparas, termómetros, jabones y cosméticos, entre otros). También incluye disposiciones para promover la identificación y protección de poblaciones en situación de riesgo, aumentando la asistencia médica y la mejor formación de los profesionales de la salud en la identificación y el tratamiento de los efectos relacionados con el mercurio.
La fecha de la aplicación del Convenio de Minamata está relacionada con el hecho de que en mayo pasado se alcanzó la cifra de 50 países que han ratificado este acuerdo. Aunque la UE en su conjunto lo ratificó en el pasado mes de abril, España aún no lo ha hecho de forma individual, como sí lo han hecho siete países miembros de la UE (Bulgaria, Hungría, Malta, Holanda, Rumania y Suecia), demostrando así su escaso compromiso con la erradicación de la contaminación por este metal tóxico, que afecta al sistema nervioso central, con la particularidad de que no se elimina de la cadena trófica, acumulándose sobre todo en los pescados de gran tamaño, como atunes o peces espada.
Se da la circunstancia de que España suma el 50% de los casos de pescado contaminado por mercurio en la UE, al superarse el nivel máximo permitido de mercurio en los productos pesqueros, que es de 0,5 miligramos por kilogramo. Además, la población española tiene 10 veces más de mercurio en sangre que la de países como Alemania, Estados Unidos o Canadá. Aproximadamente, la mitad de las emisiones antropogénicas de mercurio provienen de la quema de carbón y la producción de metales y de cemento, de acuerdo con el PNUMA, por lo que la reducción de estas actividades es prioritaria. Una zona muy sensible a la contaminación por mercurio es el Ártico, en cuya tundra se acumula este metal, que es liberado con el deshielo, afectando a la fauna y a la comunidad autóctona, cuya base alimenticia es el pescado, un fenómeno que podría verse amplificado por el cambio climático.
Muchas de las ONGs comprometidas con la eliminación de contaminantes persistentes, como es el mercurio, denuncian no obstante que este tratado es bastante laxo en algunos aspectos, como la excesiva permisividad con las centrales de carbón en cuanto a sus emisiones de mercurio. También califican de problemática la financiación de las medidas a tomar, sobre todo en los países del sur. Por ello, la comunidad internacional debe facilitar la aplicación de las medidas aprobadas, al tiempo que España, a través de su aprobación en el Congreso de los Diputados, debe ratificar cuanto antes este convenio, demostrando así su firme compromiso con este problema global.
Artículo publicado el pasado 18 de agosto en La Crónica del Pajarito: