lunes, 19 de mayo de 2014

ES LA ECOLOGÍA, ESTÚPIDO

Es innegable que estamos pasando por la mayor crisis económica, política y social desde la Depresión de los años '30, que desembocó en la Segunda Guerra Mundial. Pero la otra certeza es que atravesamos por la mayor crisis ecológica de la historia de la Humanidad. Hemos sobrepasado la cifra de 7 mil millones de habitantes en el planeta, acrecentando la presión sobre los recursos para asegurar nuestra supervivencia; el crecimiento de la emisión de gases de efecto invernadero se ha duplicado en la última década; las migraciones debidas al cambio climático son más importantes que las debidas a las guerras, creándose un nuevo tipo de refugiado, el refugiado medioambiental; el deterioro de la situación laboral de los trabajadores europeos es consecuencia de la presión que ejercen los países emergentes (los llamados países BRIC -Brasil, Rusia, India y China- más otros como Méjico, Indonesia, Dubai...), cuyo crecimiento económico se basa en los combustibles fósiles, en una huida hacia adelante que afecta a todos los continentes. A su vez, las grandes multinacionales deslocalizan la producción a terceros países, sobre todo al sureste asiático y Latinoamérica, donde los salarios y los derechos laborales están por los suelos, lo que perjudica, en un efecto dominó, a las condiciones de toda la clase trabajadora mundial, como lo estamos comprobando en la actualidad.

La ola de neoliberalismo que recorre el mundo, y que estamos sufriendo en Europa en general y en España en particular, tiene su origen en hechos de naturaleza ecológica, como es la toma de conciencia del agotamiento de los recursos energéticos y la apropiación por parte de un oligopolio de las fuentes de energía, para controlarlas y especular con ellas. Tras los llamados Treinta Gloriosos, tres décadas entre 1945 y 1973, en los que el petróleo era barato, en que se pensaba que los recursos eran ilimitados y que era posible alcanzar cualquier meta por difícil que fuera, incluida la conquista de la Luna, el sueño se truncó con la crisis del petróleo de 1973, una subida brusca del precio del crudo que afectó al modo de vida occidental. Eso dio como resultado un giro copernicano a la situación política mundial. No es casualidad que ese mismo año se produjera el golpe de Estado de Pinochet en Chile, primer laboratorio neoliberal, con la aplicación de la doctrina del shock, según palabras de Naomi Klein, seguido pocos años después de las victorias electorales de Margaret Thatcher (1979) y Ronald Reagan (1980), que aplican las tesis neoliberales de Milton Friedman a la economía, primando las supuestas bondades de los mercados frente a la regulación del estado. En 1972 aparece por primera vez un libro que advierte de los riesgos del crecimiento económico para la superviviencia del ser humano: Los límites del crecimiento, informe encargado por el Club de Roma al MIT.

La crisis actual es una extensión de esa doctrina del shock, pues es la excusa para que los oligarcas impongan a los gobiernos, o más bien coloquen a los suyos en los puestos decisivos (como Christine Lagarde, antigua ministra del gobierno francés entre 2005 y 2011 y actual directora del FMI; Mario Draghi, antiguo director ejecutivo del Banco Mundial, directivo de Goldman Sachs y actual presidente del BCE; o el español Luis de Guindos, ex-miembro asesor de Lehman Brothers y actual ministro de Economía). Estos personajes promueven desde los gobiernos las privatizaciones y los recortes drásticos en los derechos sociales y políticos, aplicando a rajatabla las recetas neoliberales pergeñadas por la escuela de Chicago.

Si el origen de la situación actual proviene de la crisis ecológica, la aceleración de la degradación ambiental y social de la última década requiere soluciones que tengan en cuenta el componente ecológico, si no corremos el riesgo de atenuar los síntomas pero no de atacar el mal de raíz. En un periodo en el que, según muchos estudios, hemos sobrepasado el llamado pico del petróleo, momento en el que se ha extraido más de la mitad del petróleo existente, y a partir del cual será más cara su extracción y de peor calidad, proponer soluciones cortoplacistas no hace sino retrasar la toma de decisiones para adaptarnos a un mundo post-fosilista. Esas soluciones con cortedad de miras son, por ejemplo, apostar por el fracking o prolongar las actividades mineras del carbón. Aumentar la vida útil de las centrales nucleares es también una propuesta miope, vistas las fatales consecuencias que han traido accidentes como el de Fukushima o el problema que supone el almacenamiento de residuos radiactivos.


La única manera de salir de ésta es mediante la democratización de Europa en todas sus facetas, permitiendo que la ciudadanía tome el control de la toma de decisiones, y que no sea el oligopolio neoliberal el que siga decidiendo por todos nosotros. Esa democratización radical pasa por tener el control de las fuentes de energía, no permitiendo que el sol, el viento y el agua sean patrimonio de unos pocos. Esa democratización radical pasa por no permitir que se especule con el territorio, para que unos cuantos obtengan beneficios a costa del interés general, pasa por no permitir que las multinacionales puedan denunciar a las instituciones europeas si éstas se oponen a sus intereses, como la imposición de cultivos transgénicos o de tratamientos hormonales para el ganado en Europa, tal y como se adivina del Tratado de Libre Comercio que se está negociando, cuya opacidad fue revelada por los Verdes europeos

Parafraseando la famosa frase que se utilizó en la campaña de Clinton en 1992, debemos decir bien alto y claro: ES LA ECOLOGÍA, ESTÚPIDO. Una salida a la crisis debe incluir la apuesta decidida por las energías renovables, los sectores sostenibles de la economía, la lucha contra el cambio climático, la lucha contra la pobreza y las desigualdades entre el norte y el sur y en los países ricos, la inversión en Educación y Juventud, la fiscalidad verde y la recuperación de los derechos perdidos a través de la Carta de los Derechos Ciudadanos, tal y como se reclama desde el Partido Verde Europeo y desde EQUO. Sin este componente la salida será en falso, y comprometerá seriamente nuestro futuro.



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